El siguiente articulo lo he tomado del Blog de Emma Sanchez.
http://emmasanche6.wix.com/emmasanchez#!La-Rabia/c141c/D1081A9A-E5FE-45E5-A1F0-62459E526F14
Lo comparto con ustedes porque me gusto mucho la descripción que hace la autora de una emoción tan fuerte como es la RABIA. ¿Qué se siente? ¿qué la aumenta? ¿cómo se disminuye? ¿es útil? ¿como vemos el mundo bajo esa mirada? ...y sin ella? ¿Cómo afecta el proceso de Toma de Decisiones?.
La invitación es a leer el artículo y ofrecer su reflexión o ideas acerca del tema, relacionandolo siempre con la Inteligencia Emocional.
Con Rabia…
Hoy escribo con rabia sobre la emoción de la rabia. El calor sube a la cara, la respiración se escucha fuerte en la habitación vacía, ocupada solo por mí y la rabia… ¿es ella mía, “mi” rabia, o soy yo de ella? el pulso está agitado y la piel se siente caliente, los ojos fijos y la mirada poderosa….Es la rabia que se hace presente. Hay silencio, pues no quiero hablar, quiero estar lejos y callar, o quiero gritar pero no quiero dañar.
¿Les ha pasado? Todos aprendemos desde pequeños a sentir rabia, como aprendemos a sentir alegría, y nos enseñan a intentar controlarla como igual controlamos las carcajadas de felicidad en un funeral. Creo que siempre me ha fascinado esta emoción; tanto como la de la alegría. Hace pocos días redescubrí de la mano de una paciente, los efectos benéficos que puede tener la rabia bien dirigida, así como la alegría bien expresada; en su justa medida. Tanto como la alegría se merece su momento sin ser apagada antes de tiempo, la rabia también reclama ser sentida. Era su rabia una energía vital que le permitía a ella pedir un lugar, denunciar sus dolores, asumir que se merece lograr lo que quiere y salir en busca de eso impulsada por algo más poderoso que su pensamiento. Sin embargo, como cualquier emoción intensa, la rabia se desbocaba, cogía brío por sí sola, una inercia que enceguecía, no le permitía hablar, expresar su dolor, hacerse escuchar. La rabia llenaba el grito y éste llenaba su casa y saturaba los oídos de su esposo. La rabia la hacía reprocharle por ser quien es él, aun cuando ella sabe que quiere lo que él es. En vez de que su rabia la hiciera competente, la convertía en una víctima inmovilizada y paralizada, una boca desbocada, una inundación de sí misma.
Es bastante difícil desprenderse de la rabia. Aquellos que dicen que se les pasa rápido, usualmente lo logran cuando el interlocutor no continúa insistiendo sobre el tema que los hizo enfadar, o cuando la situación tiene algo de pasajero. La rabia se prende, se acumula, se contagia, es como un virus que le crece a uno en la sangre, calienta el cuerpo, pone roja la piel, sube la presión. ¡La rabia es vida! Es energía vital como lo es el orgasmo o la carcajada. Suena paradójico que lo ponga en estas palabras cuando también es destrucción, y además con signos de admiración cuando cualquier psicóloga o persona del ámbito de la consejería para la salud mental no escatima esfuerzos en pedir calma, serenidad… ¡pero venir a destacar sus ventajas! Bueno, de nuevo creo que lo que no se sataniza, se puede transformar. El amor es una emoción hermosa pero la manera como amas no la dicta el amor mismo. Puedes ser una celosa patológica por amor, o un “intenso” sin remedio por amor, pero el amor en sí no es el culpable de que lo utilices mal, sin su debida medida, sin ajustarlo al contexto, sin la sabiduría para construir con él un mundo hermoso. Creo que lo mismo pasa con la rabia, ella no tiene la culpa de que tu la utilices como excusa cada vez que le quieres echar el carro a alguien en la calle, recordarle la madre al que te atendió mal, pegarle a tu mujer, gritarle a tu hijo, o aislarte en la indiferencia. Si dejáramos de utilizar las emociones como excusas y a nosotros como víctimas, “es que fue por rabia” o “es que estoy enamorada”, tal vez podríamos dejar de tenerle miedo a la emoción, y más vigilancia a nosotros mismos.
Y entonces me acuerdo de una nombrada cita de Aristóteles, "Enojarse es fácil, pero enojarse en la magnitud adecuada, con la persona adecuada, en el momento adecuado, eso es cosa de sabios".
…Sin rabia
Ha pasado un día, la misma habitación parece más grande, más fresca, la respiración no se siente, las manos se relajan en el teclado, la cabeza no pesa, los ojos observan, la sangre no me recuerda mi vida, la sonrisa se dibuja y hasta se emociona el pensamiento.
¿Cómo es tener una vida sin rabia? Una vida imperturbable por los eventos diarios, en donde no haya la más mínima molestia, en donde como budistas anduviéramos por ahí entre el tráfico meditando en el bus y siempre respondiendo con compasión. No he probado una vida de este modo aunque quisiera, he tenido muchos días tranquilos (cada vez más) pero quisiera experimentar un día imperturbable, lleno de la emoción del amor, la compasión y la alegría. Un día entero, ¡qué digo! toda una semana, en que nada pudiera arruinar la conjunción con la humanidad. Un día en donde no hubiera un sola preocupación molesta, un solo sonido, un solo silencio, una respuesta, un muy caliente o muy frío, un muy cerca o muy lejos, un muy blanco o muy negro como para perturbar mi alma. Supongo que sería maravilloso. Ese es el ideal que albergan muchos; nadie piensa que quiere tener una pareja para pelear y enojarse, por ejemplo, ¡y no pienso argumentar lo contrario! Pero idealizando la ausencia de conflicto sin haber aprendido a sentir la rabia, a escuchar lo que quiere decir, a dejarla hablar sola, respetuosamente como un viejo compañero de viaje, ¿no nos estamos privando de un pedazo de vida, de nosotros mismos? Debido a este fuerte ideal, ¿no andan muchos por ahí huyéndole a la conjunción con los otros? Porque no sé ustedes, pero yo creo que en la relación (conmigo mismo, con mi vecino, con mi pareja, con la sociedad), existe el conflicto, y existe el dolor, la rabia, la incomprensión, y también el amor, la compañía y la más absoluta felicidad. ¿No somos todos tanto agua como carne? ¿No requerimos todos un poco de balance entre la pausa y el movimiento? Bueno, hoy sin rabia, propongo darle su justo lugar, para que pueda ser riachuelo y no río embravecido.
Por Emma Sánchez
Mg. Psicología Clínica